viernes, 6 de febrero de 2009

Nuestros niños

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Muchas veces he visto madres perder el control ante sus hijos. He visto madres, dejándose chantajear por los pequeños que conforman la familia, y éstos hacen lo que quieren con ellas y con los demás alrededor. Por lo general, uno aprende a callarse y a dejar que estos pequeños rapazuelos hagan de las suyas, porque si su autoridad máxima que es la madre no pone orden, ¿cómo puede uno decir algo? A veces, creo que uno llega a la conclusión de sentarse en las gradas de la casa y jalarse los pelos, exclamando: "he creado un monstruo".

Y en cierta forma así es. Los niños son masa suave, vienen, con cero equipamiento en la vida. Somos nosotros quienes vamos poniendo valores en sus pequeños corazones y en sus mentecitas. Vamos moldeando esa pastita, ese material en bruto que nos fue concedido. Seamos madres, seamos maestras, seamos guías... seamos lo que seamos, somos nosotras quienes tenemos más tiempo de poder atender y enseñar a los niños. La Palabra dice "Que instruyamos a un niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él". (Proverbios 22:6)

Es también importante saber, que como pequeños, las emociones se manifiestan más intensamente, en ellos. Así como su ingenuidad nos asombra y esos grandes ojos negros, nos dejan babeando. Así como la blancura de su piel, y el olorcito a nuevo nos cautivan, asi las emociones, positivas o negativas salen a flor de piel a cada momento. Muchas veces he escuchado decir que "los niños son crueles", y no es así. Es simple: las emociones que no han sido dominadas, ni moderadas, están a flor de piel. Entonces, la alegría es alegría al máximo, pero la tristeza también lo es. La envidia y sus expresiones de egoísmo también son muy fuertes. Sus críticas son directas, la verdad resalta y es ahi donde tenemos que darnos cuenta del papel que debemos jugar en esas pequeñas vidas que recién comienzan, pero que a pesar de eso... tienen un potencial emocional e intelectual tremendo.

Es nuestro deber, nuestra obligación como los administradores de esas pequeñas vidas, ir moldeando carácter, ir enseñando educación, respeto a los demás, control y dominio propio. Es vital que en lugar de violencia, utilicemos las palabras, los niños entienden. Y evitemos borrar con nuestros malos ejemplos, lo que nuestras bocas dicen para poder enseñarles de una manera eficaz.

Mi abuela, que era muy sabia siempre me decía que, "cuando uno educa a un niño está educando a toda una familia", es decir, los cimientos que pongamos en las vidas de nuestros hijos, serán los que ellos, de manera corregida y aumentada pongan en la vida de los suyos. Tarea dificil, pero no imposible, poder criar, amar y hacer crecer personas que en el futuro, tendrán influencia sobre otras.

La educación y la corrección tienen que ir de la mano con un balance de amor y comprensión. No podemos subir a un niño al nivel de un adulto que ya comprende, pero si podemos por un momento bajarnos a su nivel, y hablar directamente con ellos. Viéndoles a los ojos, acariciando sus espaldas, y en amor y en comprensión, enseñarles que cuanto han hecho está mal y trae sus consecuencias. Los niños responden al estímulo positivo. Y quizás lo más importante de todo esto, es recordarnos de cuando fuimos niños, las cosas que nos agradaban, las cosas que nos molestaban. Qué era lo que más nos dolía, que era lo que más nos afectaba en nuestro trato diario con nuestros progenitores. Y entonces, en la base del amor y la misericordia, nosotros poder entender por un momento a nuesros hijos... y poder llegar a la conclusión de que no existe hijo malo... ellos son vasijitas, recipiendarios de la semilla que nosotros pongamos dentro... y a la larga... por sus frutos... seremos conocidos.

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