jueves, 13 de marzo de 2008

LA MUJER ¡ ¡ ¡ ¡

A través de toda la historia, la mujer ha sufrido discriminación de género, lo cual ha tenido un origen religioso básicamente. La mujer ha sido excluida de la vida religiosa y de la instrucción en muchos países. Especialmente en el medio oriente, la mujer ha sido tratada con desprecio, ha sido considerada un objeto, cuya única importancia es la de la reproducción.
En los tiempos bíblicos, existían leyes que ponían a la mujer en un plano muy inferior al hombre. No tenían los mismos derechos que los hombres, pero sí tenían castigos que a los hombres no se les imponía. Si una mujer era sorprendida en adulterio, era apedreada hasta morir, pero si un hombre era sorprendido en lo mismo, no sufría castigo alguno. La mujer debía soportar infidelidad, mal trato, desprecio, etc. de parte del hombre y no podía divorciarse. En cambio el hombre podía darle carta de divorcio a su mujer por el motivo más mínimo, porque la comida estaba fría, porque la ropa tenía una mancha, porque la casa no estaba bien barrida, etc. etc. Las mujeres no tenían derecho ni de hablar, ni de defenderse. Pero llegó un hombre, diferente a los demás, que pasó por sobre esas costumbres, porque eran injustas. Este hombre era Jesús de Nazareth.
Jesús intervino en la sociedad de su tiempo, con sabiduría, justicia y sobretodo con amor. El no hacía diferencias, hombres y mujeres tenían los mismos derechos para él, por eso mucha gente lo llama "el primer feminista de la historia".
El devolvió la dignidad a la mujer, la trató con respeto y consideración.
Jesús fue desafiado por los hombres, en u caso de adulterio en que una mujer estaba a punto de ser apedreada. El respondió con toda sabiduría, mostrando que la conciencia de los hombres estaba tan o más negra que la de ella. Nadie pudo rebatir sus palabras: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella"(Juan 8:7b)
Jesús mostró que sus enseñanzas acerca del perdón y la misericordia eran extensivos tanto a hombres como mujeres. Jesús ignoró las leyes morales que estaban vigentes en esos días, en las que imperaba la discriminación y la opresión tanto hacia las mujeres, como hacia otros grupos de personas oprimidas. El mostró su amor para ellos especialmente, para las víctimas de la injusticia.
No es extraño entonces que lo siguieran las mujeres y lo amaran más y le sirvieran. Las mujeres fueron quienes permanecieron con él hasta en los últimos momentos, cuando fue crucificado, mientras sus discípulos lo negaban y huían temerosos. Fueron las mujeres también quienes lo vieron por primera vez, después de haber resucitado. El reconoció su fidelidad mostrándose a ellas antes de que a sus discípulos y enviándolas como portavoces para anunciar tan maravilloso suceso. Jesucristo, nuestro Señor, vino a enseñar la verdadera justicia, que es la justicia de Dios. Dios no hace acepción de personas, hombres y mujeres son iguales delante de El, ¡no tenemos un Dios machista!, sino un Dios justo, cuya misericordia y perdón abarca a toda la humanidad. Jesús vino a este mundo a enseñar a amar, a perdonar y a respetar a todos por igual y murió por los pecados de todos, hombres y mujeres. Si Dios mismo, hecho hombre practicó la igualdad, ni las religiones, ni las leyes, tienen derecho ni facultad de discriminar a nadie.

Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre;
no hay varón ni mujer;
porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Gálatas 3:28

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