Es difícil haber nacido como hija natural, sin contar con los recursos adecuados, sin conocer a tu padre, porque ha estado ausente... o se encuentra viajando. Vivir tu vida asi de niña, o adolescente, te hace ver de poco valor ante los demás, y aunado a esto, te hace ser el blanco perfecto, para quienes andan como lobos, tratando de abusar de ti. Has escuchado hablar de Dios, y has creido de una manera errada, hasta cuando por fin, puedes darte cuenta del dolor en el que estás viviendo y doblas tus rodillas y sale de tu alma un clamor: "Señor, enseñame lo que es ser feliz".
Al aceptar a Cristo en mi corazón, todo fue transformado. La inmensa soledad que sentía, el dolor de no tener a una madre o a un padre, fue llenado totalmente por Dios y su gran amor. La confianza en las demás personas volvió a mi vida, pues empiezas a ver a las personas como son, con tu corazón. Y se empezó a restaurar y a sanar mi corazón, la ofensa y el llanto se transformaron en alegría, la amargura cambió en felicidad, el rencor y el odio se volvieron perdón. Y de pronto ese camino que parecia tan empedrado y difícil de transitar se convirtió como en un paseo por las nubes, y a pesar de todo lo que pude haber vivido negativamente, ahora puedo respirar un nuevo aire de esperanza y ver brillar de nuevo el sol de un nuevo comenzar, sabiendo que es Dios quien a diario sostiene mi vida, y quien me ha concedido ahora tener un hermoso hogar, un buen esposo, y gracias a mi Señor Jesucristo puedo dar y recibir amor a manos llenas.
Quizás al final de esta historia, lo que espero compartir, es primordialmente que sin Jesús no hay esperanza. Se puede tener madre y padre y sentirse huérfano y totalmente en el anonimato. Con Jesús tu eres hijo del Rey, sin él, hay odio y rencor. Con Jesús hay perdón y amor, sin él muchos van y vienen pero están vacíos. En Jesús hay vida, y vida en abundancia. Por eso mismo hoy puedo decir que amo a Dios sobre todas las cosas. Dios me dio amor para amar a mi padre terrenal y no sentirme mal, y me regaló a mi amado esposo y una gran familia donde reina la paz y el amor de Dios, porque el Señor Jesucristo reina en nuestro hogar y en nuestros corazones.
Al aceptar a Cristo en mi corazón, todo fue transformado. La inmensa soledad que sentía, el dolor de no tener a una madre o a un padre, fue llenado totalmente por Dios y su gran amor. La confianza en las demás personas volvió a mi vida, pues empiezas a ver a las personas como son, con tu corazón. Y se empezó a restaurar y a sanar mi corazón, la ofensa y el llanto se transformaron en alegría, la amargura cambió en felicidad, el rencor y el odio se volvieron perdón. Y de pronto ese camino que parecia tan empedrado y difícil de transitar se convirtió como en un paseo por las nubes, y a pesar de todo lo que pude haber vivido negativamente, ahora puedo respirar un nuevo aire de esperanza y ver brillar de nuevo el sol de un nuevo comenzar, sabiendo que es Dios quien a diario sostiene mi vida, y quien me ha concedido ahora tener un hermoso hogar, un buen esposo, y gracias a mi Señor Jesucristo puedo dar y recibir amor a manos llenas.
Quizás al final de esta historia, lo que espero compartir, es primordialmente que sin Jesús no hay esperanza. Se puede tener madre y padre y sentirse huérfano y totalmente en el anonimato. Con Jesús tu eres hijo del Rey, sin él, hay odio y rencor. Con Jesús hay perdón y amor, sin él muchos van y vienen pero están vacíos. En Jesús hay vida, y vida en abundancia. Por eso mismo hoy puedo decir que amo a Dios sobre todas las cosas. Dios me dio amor para amar a mi padre terrenal y no sentirme mal, y me regaló a mi amado esposo y una gran familia donde reina la paz y el amor de Dios, porque el Señor Jesucristo reina en nuestro hogar y en nuestros corazones.
Escrito por La Sierva.
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