jueves, 14 de mayo de 2009

Una revisión constante...

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Es normal de nosotras las mujeres ser muy detallistas. Fijarnos en cada cosa que no está bien puesta, o que no está bien dicha. Somos observadoras por naturaleza y nos gusta guardar un balance constantemente. Como que fuimos educadas asi, o quizás es un comportamiento adquirido generacionalmente, debido a que como motores de nuestros hogares, tenemos que hacerlo asi.

Es genial cuando las cosas andan bien y todo sale a pedir de boca. Nos encanta que nuestros planes, salgan como deseamos, y nos emocionamos cada vez que alcanzamos una meta. Pero suele suceder que muchas veces, en el caminar diario, las cosas van tomando otro rumbo, y cuanto nos hemos planteado, o hemos querido, no sale como deseábamos. Entonces tendemos a desesperarnos y a estar de un humor irritable.

No podemos avanzar, y no sabemos por qué las cosas no salen como nosotras quisiéramos. De pronto todo nuestro mundo perfecto se nos sale de balance, y cataplum! se nos cae el mundo. Y son esos días del mes, o de la semana o del año cuando damos entrada a depresiones, a tristezas, a bajones de ánimo, cosas que nos retroceden.

Es necesario, que entonces apliquemos la regla del detalle, del balance. Sí, como decía en el principio, es necesario que seamos detallistas con nosotras mismas y revisemos de una manera periódica, el nivel de nuestra relación con ese Dios que nos sustenta. Y sería bueno hacer un checking list (una lista) de lo que debemos revisar. Nuestras actitudes, nuestro ánimo, nuestra manera de pensar y actuar. Vernos reflejadas en ese manantial que es nuestra vida, la más secreta, la más íntima, y poder tomar acción. Corregir el rumbo de lo que no está bien, enderezar los caminos por donde nos hemos desviado. Limpiar cuanto está desarreglado en nuestra vida, quitar las palabras de maledicencia de nuestra boca y de nuestra mente. Olvidar los agravios y perdonar. Y ser restauradas.

¿Cómo hacerlo? Fácilmente. Teniendo tiempos de comunicación con Dios. Oración, contemplación, ayunos. Limpiando nuestro templo espiritual, y arreglando nuestras actitudes, podremos ser más fuertes en el Señor cada día. Nos podremos levantar con fuerza ante las batallas que nos vengan por delante y ser esas mujeres valientes que nuestras familias necesitan. No nos dejemos llevar por los rumbos de este mundo, no caigamos en el molde y el patrón de las mujeres de este tiempo, que no hacen sino ver por las cosas que llenan los ojos y la mente... pero que no construyen el espíritu. Seamos diferentes, luchemos por serlo. Porque nos espera una corona de gloria al final del camino, y un camino tapizado de triunfos espirituales para llegar a obtener esa corona.

Y no vivan ya como vive todo el mundo.
Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar.
Así podrán saber qué es lo que Dios quiere,
es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.
Romanos 12:2 (Biblia Lenguaje Sencillo)

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