Como mujeres de Dios muchas veces enfrentaremos encrucijadas en nuestra vida. Retos enormes que pondrán a prueba nuestra dignidad, nuestro valor y nuestra honestidad. Hay ocasiones en que las cosas se disfrazan de piedad, cuando en la realidad son actos que no agradan a Dios y acarrean, no solo cosas malas, sino falta de bendición a nuestra vida.
Debemos estar alertas. El mal nunca se nos presentará de forma desagradable, siempre será algo atractivo, tentador, incluso hermoso. Es ahi cuando debemos tomar todo nuestro valor y sentar nuestro paso como hijas de un Dios altísimo. No todo lo que nos conviene es lo correcto. No todo lo que nos genera un bienestar temporal es lo que nos beneficiará en lo eterno.
Renunciar y obedecer. Ser hijas dignas de un Dios verdadero. Seguir todo lo correcto y todo lo bueno es lo que él nos demanda si realmente queremos ser llamadas sus princesas y sus niñas mimadas. A pesar del dolor que esto pueda conllevar en su momento. Y el Dios que conoce nuestros corazones, bendecirá estos actos de justicia.
Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen;
todas las cosas me son lícitas,
mas yo no me dejaré dominar de ninguna.
1a. Corintios 6:12
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