viernes, 22 de mayo de 2009

Con gracia

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No hay nada más agradable al ojo humano que una delicada flor, una liviana mariposa que estrena sus colores cada día. En lo simple está lo bello dicen por ahi. Asi tenemos que ser sus hijas, con gracia, siempre listas a mostrar, por fuera lo que viene desde dentro.

La autoestima es un tema en el que redundan muchas personas. Es el simple estado de aceptarnos y estar felices con quienes somos y las circunstancias que vivimos. Un baño, un buen peinado, unas manos delicadamente aderezadas y arregladas. Un buen aroma. Una mirada cariñosa. Gráciles, cual princesas, como dignas hijas de un Rey.

No importa cuan gorditas estemos, cuan delgadas o si somos altas o bajitas. Siempre adornadas con la gracia que da la alegría de tener a Cristo en nuestros corazones. No me cansaré de proclamar que somos más lindas que las flores, y más coloridas que las mariposas. Pero todo eso lo da un espíritu en paz con su creador y consigo mismo.

Lo más importante de todo esto, quizás es que no lo hagamos por las otras personas, sino para nosotras mismas. Que al vernos al espejo no sea ocasión de huir, o de llorar, sino de gozarnos porque Dios nos hizo bellas. ¡Por dentro y por fuera!

La palabra dice "ama a tu prójimo como a ti mismo" (Marcos 12:31), implica que debemos amarnos antes que amar a los demás. Vaya declaración, si podemos tener en balance nuestro aprecio personal, podremos entregarnos en amor hacia los demás con total libertad, y en alegría y proyectarles toda la belleza interior que hay en nosotras. Y así, exteriormente, andar en gracia, como hermosas y valientes princesas, hija del Rey de reyes, y Señor de señores, el Dios altísimo.

El corazón alegre hermosea el rostro;
Mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.
Proverbios 15:13

lunes, 18 de mayo de 2009

Testimonio Personal

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Es difícil haber nacido como hija natural, sin contar con los recursos adecuados, sin conocer a tu padre, porque ha estado ausente... o se encuentra viajando. Vivir tu vida asi de niña, o adolescente, te hace ver de poco valor ante los demás, y aunado a esto, te hace ser el blanco perfecto, para quienes andan como lobos, tratando de abusar de ti. Has escuchado hablar de Dios, y has creido de una manera errada, hasta cuando por fin, puedes darte cuenta del dolor en el que estás viviendo y doblas tus rodillas y sale de tu alma un clamor: "Señor, enseñame lo que es ser feliz".

Al aceptar a Cristo en mi corazón, todo fue transformado. La inmensa soledad que sentía, el dolor de no tener a una madre o a un padre, fue llenado totalmente por Dios y su gran amor. La confianza en las demás personas volvió a mi vida, pues empiezas a ver a las personas como son, con tu corazón. Y se empezó a restaurar y a sanar mi corazón, la ofensa y el llanto se transformaron en alegría, la amargura cambió en felicidad, el rencor y el odio se volvieron perdón. Y de pronto ese camino que parecia tan empedrado y difícil de transitar se convirtió como en un paseo por las nubes, y a pesar de todo lo que pude haber vivido negativamente, ahora puedo respirar un nuevo aire de esperanza y ver brillar de nuevo el sol de un nuevo comenzar, sabiendo que es Dios quien a diario sostiene mi vida, y quien me ha concedido ahora tener un hermoso hogar, un buen esposo, y gracias a mi Señor Jesucristo puedo dar y recibir amor a manos llenas.

Quizás al final de esta historia, lo que espero compartir, es primordialmente que sin Jesús no hay esperanza. Se puede tener madre y padre y sentirse huérfano y totalmente en el anonimato. Con Jesús tu eres hijo del Rey, sin él, hay odio y rencor. Con Jesús hay perdón y amor, sin él muchos van y vienen pero están vacíos. En Jesús hay vida, y vida en abundancia. Por eso mismo hoy puedo decir que amo a Dios sobre todas las cosas. Dios me dio amor para amar a mi padre terrenal y no sentirme mal, y me regaló a mi amado esposo y una gran familia donde reina la paz y el amor de Dios, porque el Señor Jesucristo reina en nuestro hogar y en nuestros corazones.

Escrito por La Sierva.

jueves, 14 de mayo de 2009

Una revisión constante...

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Es normal de nosotras las mujeres ser muy detallistas. Fijarnos en cada cosa que no está bien puesta, o que no está bien dicha. Somos observadoras por naturaleza y nos gusta guardar un balance constantemente. Como que fuimos educadas asi, o quizás es un comportamiento adquirido generacionalmente, debido a que como motores de nuestros hogares, tenemos que hacerlo asi.

Es genial cuando las cosas andan bien y todo sale a pedir de boca. Nos encanta que nuestros planes, salgan como deseamos, y nos emocionamos cada vez que alcanzamos una meta. Pero suele suceder que muchas veces, en el caminar diario, las cosas van tomando otro rumbo, y cuanto nos hemos planteado, o hemos querido, no sale como deseábamos. Entonces tendemos a desesperarnos y a estar de un humor irritable.

No podemos avanzar, y no sabemos por qué las cosas no salen como nosotras quisiéramos. De pronto todo nuestro mundo perfecto se nos sale de balance, y cataplum! se nos cae el mundo. Y son esos días del mes, o de la semana o del año cuando damos entrada a depresiones, a tristezas, a bajones de ánimo, cosas que nos retroceden.

Es necesario, que entonces apliquemos la regla del detalle, del balance. Sí, como decía en el principio, es necesario que seamos detallistas con nosotras mismas y revisemos de una manera periódica, el nivel de nuestra relación con ese Dios que nos sustenta. Y sería bueno hacer un checking list (una lista) de lo que debemos revisar. Nuestras actitudes, nuestro ánimo, nuestra manera de pensar y actuar. Vernos reflejadas en ese manantial que es nuestra vida, la más secreta, la más íntima, y poder tomar acción. Corregir el rumbo de lo que no está bien, enderezar los caminos por donde nos hemos desviado. Limpiar cuanto está desarreglado en nuestra vida, quitar las palabras de maledicencia de nuestra boca y de nuestra mente. Olvidar los agravios y perdonar. Y ser restauradas.

¿Cómo hacerlo? Fácilmente. Teniendo tiempos de comunicación con Dios. Oración, contemplación, ayunos. Limpiando nuestro templo espiritual, y arreglando nuestras actitudes, podremos ser más fuertes en el Señor cada día. Nos podremos levantar con fuerza ante las batallas que nos vengan por delante y ser esas mujeres valientes que nuestras familias necesitan. No nos dejemos llevar por los rumbos de este mundo, no caigamos en el molde y el patrón de las mujeres de este tiempo, que no hacen sino ver por las cosas que llenan los ojos y la mente... pero que no construyen el espíritu. Seamos diferentes, luchemos por serlo. Porque nos espera una corona de gloria al final del camino, y un camino tapizado de triunfos espirituales para llegar a obtener esa corona.

Y no vivan ya como vive todo el mundo.
Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar.
Así podrán saber qué es lo que Dios quiere,
es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto.
Romanos 12:2 (Biblia Lenguaje Sencillo)